2011/01/10

La señora entrometida


Por Kanoko Okamoto

    Fue un incidente ocurrido, más o menos, durante las 11 y media de la mañana y un poco pasadas las doce. Era un día despejado y cálido de primavera, la señora Hanako invitada por el calor había regresado a la puerta principal de su casa, justo, donde hace tres horas había despedido a su marido. Llevaba puesto un kimono bordado. Era un tejido excelente. Brillaban sus costuras. En ese momento, vio en la barda de la casa contigua, en la de los Kunieda, los brotes de una flor de membrillo. Eran de color rojo bronce. Empero, detrás de su sombra no estaba deambulando una bonita cría de canario sino un cuarentón de tez bien quemada.
    —Soy un pariente de los Kunieda. Tengo que salir de viaje de inmediato y había dejado encargado algunas cosas aquí, pero parece que no hay nadie. Estoy en un embrollo.
    La señora Hanako era joven y buena persona, pero también muy entrometida. Además, ella sabía que los Kunieda habían salido desde la mañana a visitar a unos conocidos, quienes vivían en Nakano. No lo pudo evitar. Como siempre se entrometió. El cuarentón estaba rondando la casa y trató de encontrar alguna abertura en la casa, pero había sido inútil , la esposa del señor Kunieda y su suegra habían cerrado muy bien la casa.
    —Es una lástima. Supongo que usted es familiar de la suegra del señor Kunieda, los que viven en Yokohama
    —Sí, yo soy de la familia de Yokohama, soy de casa de la suegra del señora Kunieda.
    El cuarentón repetía todo lo que la señora Hanako le decía, cada vez que lo hacía ese, ella confiaba más en él y sentía una pena por él.
    La señora gritó con una voz aguda y chillona. Convenció a la dueña del establecimiento que enluce las casas —el cual estaba enfrente de su casa— para que le prestara una escalera. También pidió ayuda a uno de lo que trabaja en la Casa de las Geisha atrayendo a la clientela. Pusieron la escalera en la ventana ubicada en la parte superior de bañera. Como parecía que ese hombre tenía mal la espalda, le ayudaron a sostener la escalara. Él logró abrilr con éxito la ventana y pudo entrar a la casa.
    Después de treinta minutos, el hombre abrió la puerta principal de la casa de los Kunieda, desde el interior de la morada. Apareció con un gran furoshiki en el que había envuelto muchas cosas. Parecía muy pesado. El hombre no fue hasta la puerta de la señora Hanako para externarle unas palabras de agradecimiento. Tenía un rostro desafiante y se fue caminando rápido. El hombre era un ladrón, quien había estado robando las casas de la zona de Yamanote de Tokio. Buscaba las casas en donde sus moradores estaban ausentes.



* La señara entrometida (Ossekai Fujin: おせっかい夫人) fue publicado en 1934 en la revista Shukan Asahi (週間朝日).
Kanoko Okamoto (1889-1939). Novelista y poetisa japonesa.